jueves, 29 de mayo de 2008

NUEVA CRIMINOLOGIA EVOLUCIÓN

A partir del siglo XVIII en que la humanidad entra en la era de la razón poniendo énfasis sobre la racionalidad del hombre, la preocupación de la sociedad respecto del crimen, se radicaba en la reforma del individuo para que no vuelva a delinquir o en disuadir a los posibles actores para que no cometan delito, esto dependía de la forma que adopta el Estado al disponer de los delincuentes criminales. Desde entonces la reflexión ha girado tradicionalmente en torno a las postulaciones de los clásicos y de los positivistas, los unos que consideraban al delito como un ente jurídico y al delincuente como un hombre libre inteligente y consiente, capaz de escoger entre el bien y el mal a voluntad, a partir del inicio de la etapa científica se empezó a concebir la estricta legalidad del delito, de la pena, la abolición o dulcificación de las torturas empleadas hasta entonces, pero siempre la pena se aplicaba en función del resultado dañoso de la conducta juzgada, de manera estrictamente retributiva, aunque de manera proporcional después de la aparición en escena del Marqués de Beccaria que denuncio, ante la humanidad, los excesos que cometían con los reos; los otros, los positivistas, que con un método prestado de las ciencias naturales, aplicando las leyes de causa y efecto, partiendo de los escritos de Cesare Lombroso en las finales del siglo XIX, concibieron el delito como un hecho natural y social, determinado por causas biológicas, antropológicas, sicológicas, físicas y sociales, clasificaron al hombre delincuente en nato, pasional, habitual, loco, en definitiva el crimen era una anomalía genética caracterizada por marcados rasgos físicos. Fundamentaron la responsabilidad y la pena en la peligrosidad y en el concepto de defensa social, para aislar a los orgánicamente enfermos o peligrosos sociales, en definitiva centraron el estudio de la criminalidad en el hombre mismo, contrariando las posturas clásicas que solo se limitaban a evaluar un resultado de una conducta. Luego las postulaciones sociológicas que tienen su punto de partida en Enrico Ferri pretendieron explicar los comportamientos desviados desde el punto de vista de las deficiencias del sistema establecido y por las diferentes relaciones o roles sociales, en general por la influencia del entorno en el comportamiento humano pero sin tocar a fondo el conflicto social, es decir, dejando siempre fuera de los análisis, la responsabilidad social en la generación del delito. En la segunda década del siglo XX, W. I. Thomas amplia el contenido social en la explicación de las conductas desviadas cuando establece que el entorno es más que el escenario del crimen, sino que incide en la personalidad por la interacción entra la cultura y el individuo. Luego aparece una tercera escuela que mixturaba las propuestas explicando el delito desde ambos puntos de vista, es decir, humanos y sociales. Es de anotar que la principal crítica a esta etapa del desarrollo del pensamiento criminológico consiste en que solo busca la explicación de fenómeno criminal en el hombre o en su entorno pero exonerando de culpa a la sociedad que hoy se la imputa de generadora de criminalidad.

La criminología nace entonces como criminología clínica y luego se la define como antropología criminal hasta que, posteriormente Rafaelle Garófalo acuña el término de criminología.

Se ha dicho que la criminología, nueva ciencia con método empírico, enfoca el estudio del fenómeno criminal como una ciencia del ser, contrapuesta a las demas ciencias penales que son concebidas como ciencias del deber ser, nace a partir de las posturas etiologiotas de quienes trataron de explicar el origen del delito y del hombre delincuente, explicándolo primero desde el punto de vista antropológico y después con sus implicaciones sociales luego se analizaban los procesos criminalizadores de las conductas desviadas , concepto que se empieza a introducir apartándose del clasicismo de estudiar el delito, concepto muy dependiente del derecho penal, en consideración de que hay otras conductas que sin llegar a ser delito, por el principio de legalidad, se encuadran en la calidad de desviaciones importantes para el estudio de la criminalidad por que se relacionan directa o indirectamente con ella, como la prostitución, el alcoholismo, la drogadicción, la destrucción de la familia, las migraciones, conductas que sin llegar a criminalizarse, por su frecuencia, por sus efectos y por la reacción social que provocan, son consideradas como patologías sociales por que propician la formación de ambientes criminógenos en donde prospera el delito. Actualmente influye mucho el estudio de los poderes criminalizadores que determinan las conductas que se penalizan o que se persiguen o cuales se dejan de perseguir, esta posición se ha dado a llamar la criminología de la reacción social pues se toma a esta como el punto de partida de los análisis.
La criminología rompe los cercamientos impuestos a las ciencias penales, ya que “su propósito es explicar o describir la criminalidad no reprimirla o condenarla”[1], y se apoya en otras ciencias ya que adopta un modelo interdisciplinario o multifactorial puesto que se trata de ubicar al hombre en el espacio y en el tiempo, para establecer todos los condicionantes de sus respuestas, la incidencia de sus factores internos y externos, es así que se recurre a ciencias como la psicología, la sociología, la psiquiatría, la anatomía y estudia los vínculos que existen el entre el comportamiento desviado y los distintos aspectos constitutivos del hombre y de la sociedad en un tiempo y espacio determinados, estableciendo que las realidades anormales no son sino consecuencia de la interacción de todos estos fenómenos naturales y sociales.

Luego de de superar el enfoque antropológico de la escuela positiva, ganaban espacio las explicaciones para la criminalidad de carácter exógeno respecto del protagonista del hecho delictual, superando el determinismo positivista, aunque sigue interesándose en la etiología del delito, niega que las causas de las desviaciones deban buscarse en patologías biológicas o sociales sino que deben considerarse anormales a la estructura social pero consustancial a ella, en este marco surgen las teorías del paso al acto que pretenden explicar el porque del avance de ser humano hacia al acto delictivo,. Estos estudios no detienen las investigaciones de la criminología sino que mas bien pueden ser considerados preámbulo de las teorías de la asociación diferencial y de la desorganización social sostenidas por Edwin Sutherland (1924) que vincula los problemas humanos y la conducta de los individuos con un proceso de aprendizaje social tratando de demostrar la influencia del entorno en el comportamiento, pues el contacto de elementos y costumbres delincuenciales a través del medio social, y los medios de comunicación audio visuales, permiten la adopción de técnicas y sistemas de conducta delictuales. La persona se convierte en criminal debido a largas, frecuentes intensas o tempranas asociaciones con otros que fueron criminales. Señala también como explicación del aparecimiento y crecimiento criminal la desorganización social que se produce como consecuencia de desarrollo industrial, las guerras, las migraciones del campo a la ciudad, que traen consigo un conflicto de culturas, teoría que fue ampliada mas detalladamente por Thoresten Sellin (1938) en su obra Cultura, Conflicto y Crimen. Ambas teorías si bien encierran un relativo nivel crítico se reducen a un marco causal explicativo de una criminalidad referida a la sociedad norteamericana de los años treinta, se cambió el enfoque de la criminología americana sobre el sistema de personalidad hacia el sistema social. Se las considera una contribución a la criminología critica, especialmente su aportación teórica respecto de que la delincuencia no era patrimonio exclusivo de las clases sociales mas pobres sino que los estratos sociales altos también delinquen, categorizando en este estudio lo que se dio a llamar delincuencia de cuello blanco, en la que agrupaba a quienes realizaban actos dañinos socialmente desde posiciones económicamente poderosas aprovechando su status y responsabilidades sociales con fines de lucro desmedido.

Clifford Shaw y Henry Mc. Kay en la década del treinta del siglo veinte destacan la incidencia del entorno del individuo al introducirle fuerzas criminógenas, ejemplarizando la concepción de transmisión cultural “la conducta delictiva está dinámicamente relacionada con la comunidad” “la taza diferencial de la delincuencia refleja los distintos valores sociales normas y actitudes a los niños que se hayan expuestos.[1]

Encuadra también en estos fundamentos la teoría de la anomia que Emilio Durkheim (1951) tomo de la literatura médica para describir el conflicto con las normas, la falta de normas y estados generales de ansiedad social. Este estudioso hace parte de la historia del pensamiento criminológico por que rompe con las concepciones que veían el delito como un fenómeno patológico, para pasar a explicarlo como un elemento funcional de la sociedad industrial.

Esta teoría es posteriormente desarrollada por Robert King Mentón (1957) preconizando que una sociedad sin crimen es inconcebible, que éste, eventualmente, puede cambiar de forma pero siempre a existido como algo normal, hacia referencia a el fenómeno social norteamericano en la década del treinta a la que califican de anómica y criminógena, puesto que es una sociedad que, perdiendo sus valores, propone como meta cultural la aspiración de asenso en la escala social y como la sociedad no provee recursos legales para la obtención de los paradigmas del consumo y bienestar, se verán presionados a atentar contra la institucionalidad para proveerse; es el desfase entre la estructura social y la cultural lo que provoca la desviación, la disparidad entre lo que se quería y como debía ser alcanzado
Luego aparece Albert Cohen (1955) e introdujo la descripción de una sub-cultura del delincuente que aparecía como un esquema de vida diferente, en conflicto con la sociedad adulta responsable, donde el sistema cultural fue asumido como una fuerza generadora de criminalidad. Cohen argumentó que la subcultura del delincuente aparecía por los conflictos con la cultura de la clase media y estaba orientada a violar la norma de la clase media.

Se explicaba de esta manera la criminalidad de las bandas o pandillas juveniles que eran la respuesta social de las clases bajas al sistema de normas que provocaban frustración al no permitirles alcanzar los símbolos de estatus que la sociedad mismo precolonizaba.

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